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Delegar responsabilidades

Una de las características que todo líder y empresario debe poseer, y probablemente una de las más importantes, es la capacidad de delegar responsabilidades y tareas en sus colaboradores o subalternos, lo que por fuerza significa tener la capacidad de confiar en ellos.

Si eres un empresario —o un emprendedor—, probablemente esto pueda parecerte obvio y natural, sin embargo, en la práctica, la capacidad de delegar responsabilidades en otras personas —llámense empleados, socios, colaboradores o compañeros— actividades y responsabilidades que creemos podemos hacer mejor, suele ser complicado por razones que pueden ir desde la falta de confianza en los colaboradores, hasta la falta de conocimiento y seguridad en las propias actividades.

Son muchos los casos que he conocido —algunos de primera mano y otros por referencias— en los que la falta de delegación pone en problemas a toda la empresa. Por ejemplo, hace algún tiempo, como parte de un servicio a un cliente, tuve que pasar muchas horas dentro de su empresa, empapándome de sus operación diaria y conociendo sus procesos internos, y algo que me sorprendió —aunque no es de sorprender debido a lo común de esta situación— fue la falta de capacidad —o de disposición— del gerente para delegar responsabilidades y la toma de decisiones en el personal, por mínimas que fueran. Esto, como es de esperarse, creaba un cuello de botella en su operación diaria, especialmente en las áreas de ventas y producción, a lo que se sumaba los bajos niveles de motivación en el personal. El resultado de esto eran órdenes de producción atrasadas, clientes reclamando un día sí y otro también, y pérdidas al tener que compensar por cada atraso, sin tomar en cuenta la pérdida en el valor de la marca por las malas recomendaciones.

Imagina un departamento de ventas de una empresa de tamaño mediano, donde cada decisión relacionada con los clientes, desde las cuestiones menos relevantes hasta las más importantes, tenga que tomarlas el gerente —o el propietario, como en este caso—. ¿Imaginas la carga de trabajo para una sola persona? Parece absurdo sobre todo si tomamos en cuenta que las personas que laboran con nosotros, lo hacen por un motivo muy importante: porque fueron contratadas debido a su capacidad y talento, entonces ¿por qué impedir que hagan uso de esa capacidad?

Es imposible que una sola persona pueda hacer todo al mismo tiempo, especialmente cuando el negocio empieza a crecer y con ello llega un aumento de operaciones y una necesidad, cada vez mayor, de delegar la responsabilidad de tomar decisiones en las personas correctas. Aferrarnos y querer hacer todo nosotros mismos conducirá, invariablemente, a ahorcar la capacidad que tiene nuestro negocio para seguir creciendo y, en el peor de los casos, a llevarlo al fracaso.

Delegar no significa perder el control. Como empresario y administrador el control es algo que siempre deberás mantener; la diferencia estriba en que, a través de la delegación, muchas más personas podrán ayudarte a controlar con mayor eficiencia la operación de tu negocio para obtener mejores resultados.

Como empresario/propietario, cuando decides contratar personal, buscas a las personas idóneas para los puestos necesarios —por eso la importancia de un correcto análisis de puestos— y contratas a aquellas que cubren el perfil requerido. Entonces, si se ha realizado un proceso de reclutamiento y contratación adecuado, ¿por qué no aprovechar la capacidad detectada en las personas que hemos integrado a nuestro negocio?

Delegando y permitiendo a los colaboradores tomar decisiones, delimitadas a sus propios puestos y obligaciones, eliminamos una gran cantidad de trabajo de nuestra carga diaria y podemos enfocarnos en aquello para lo que realmente somos excepcionales, especialmente porque, muy seguramente, eso permite al negocio producir mayores ingresos.

Además, en muchos de los casos, las decisiones tomadas por otros, o en conjunto, nos sorprenderán por su creatividad o por lo radicalmente diferente que son a las que nosotros podríamos haber tomado. Es aquí donde aquel refrán que dice «dos cabezas piensan mejor que una» cobra mayor sentido.

En cualquier empresa, sin importar el tamaño, o si somos propietarios o empleados, lo que debe imperar es el sentido de organización. No estamos solo, ni trabajamos por nuestra cuenta. El trabajo de cada persona debe contar para alcanzar los resultados esperados. Si se trata de un problema que afecta a la organización entonces afecta a todos. En este sentido, **si el problema afecta a todos ¿por qué no permitir que todos participen de la solución?». Si dos cabezas piensan mejor que una, imagina lo que es tener a varias personas trabajando para lograr el mismo objetivo y solucionar el mismo problema… pero juntos.

Delegar la responsabilidad, especialmente en la toma de decisiones, por muy irrelevantes que puedan parecer, genera otro resultado alternativo que no es menos importante: motiva al empleado y lo compromete al demostrarle la importancia de su trabajo, y la responsabilidad que tiene en el resultado con sus decisiones. Un empleado que se siente valorado e importante, valorará y le dará la misma importancia a su trabajo.

Si, como empresario, eres el mejor vendedor de tu propio negocio, entonces concentra todas tus energías y esfuerzo en vender y permite que otros —contrátalos de ser necesario— realicen las actividades que impedirían que lleves a cabo tu trabajo al 100 %. Apóyate en otros, especialmente en la gente talentosa. Contrata asistentes que multipliquen los resultados que puedes obtener con tu trabajo; personas que te permitan llegar más lejos eliminando carga de trabajo que otros pueden hacer mejor que tú.

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